martes, 25 de mayo de 2010

Misiones jesuiticas


Al ser expulsados los jesuitas por orden del rey Carlos III mediante la Pragmática Sanción del 27 de febrero de 1767, franciscanos, dominicos y mercedarios tomaron a su cargo los pueblos misioneros, constituyéndose la Gobernación de las Misiones Guaraníes.

Los curas tenían el gobierno de las reducciones, siendo verdaderos administradores de los bienes de los pobladores, con facultades de intervención directa no sólo en las actividades espirituales, sino también temporal, económica, cultural, social y militar.

En el orden estrictamente espiritual, los misioneros se preocuparon especialmente de la enseñanza del catecismo. Los jóvenes que habían superado la edad escolar y se encontraban trabajando en cualquier actividad, por las tardes, al escuchar el sonido de la campana, debían dirigirse a la iglesia. El acto religioso más importante era la misa, al que los fieles concurrían acompañados de toda la familia, particularmente los días preceptuados.

Las iglesias fueron el corazón de los pueblos. Eran construcciones imponentes frente a la plaza. Todas las calles del trazado urbano terminaban en ella.

En cada reducción había dos sacerdotes (en las más pobladas había tres), uno a cargo de lo espiritual y religioso (el cura del pueblo) y otro (el Compañero) que estaba a cargo de las cosas temporales como el trabajo y la instrucción.

Los reyes de España, como parte del proceso de evangelización, ordenaron que "hubiese escuelas de doctrina y de leer y escribir en todos los lugares de indios". Este decreto real, al que se le prestó por lo general en América un acatamiento sólo nominal, fue cumplido con rigor por los misioneros jesuitas, dedicándole la atención necesaria que permitió fundaciones de escuelas y centros de formación de distintos niveles.

En todas las reducciones funcionaron escuelas de primera enseñanza, donde los varones de seis a doce años aprendían a leer, escribir y hacer operaciones matemáticas elementales. Las niñas de la misma edad tenían escuelas separadas donde aprendían a leer, escribir, hilar y cocinar.

Se publicaron libros en guaraní sobre gramática, catecismo, manuales de oraciones y hasta un diccionario. La música y el canto ocuparon un lugar destacado en el proceso de aprendizaje. Cada pueblo contó con un coro y orquesta musical. Desde la misma escuela se promovió la participación de los niños y los jóvenes, mientras que los adultos se organizaron, en la mayoría de los casos, desde la iglesia.

Los guaraníes, además, le dedicaron tiempo y esfuerzo a la danza. Los danzarines ensayaban desde los 6 años, incorporando incluso melodramas los días domingos y feriados. En las festividades las principales diversiones justamente consistían en representaciones, música, canto y danza.

Misiones Jesuíticas -- > Ubicación



Misiones Jesuíticas de los Guaraníes : San Ignacio Mini, Santa Ana, Nuestra Señora de Loreto y Santa María Mayor (Argentina), ruinas de Sao Miguel das Missoes (Brasil).

Las Misiones Jesuíticas de los Guaraníes se ubican en varias localidades de la provincia de Misiones en el noreste de Argentina y en el Estado de Río Grande do Sul de Brasil.

En realidad eran 30 asentamientos otorgados por la corona española ubicados 15 en Argentina, 7 en Brasil y 8 en Paraguay (Declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994).

Estas Misiones fueron construidas en el siglo XVII, por jesuitas españoles con el objetivo de evangelizar a los aborígenes y para desarrollar las comunidades indígenas en las actividades agrícolas y en el trabajo artesanal. El estilo combinaba el barroco colonial con aportes de la cultura guaraní.

Hay dos grupos de Misiones: uno en Argentina, en Santa Ana, Loreto y San Ignacio Miní. En estas Misiones se ubicó la primera imprenta de Argentina, allí se editaron los primeros libros del actual territorio argentino. Incluso se imprimieron libros en la lengua guaraní.

San Ignacio Miní posee las ruinas mejor conservadas de las misiones, en las cercanías de la localidad de San Ignacio (en Misiones, Argentina). Esta Misión fue construida en 1632, junto con la misión de Ignacio Guazú. Constituía un verdadero pueblo, con talleres, Iglesia, cocinas, viviendas, etc.

El otro grupo está formado por los asentamientos en Brasil: en Santo Ángelo y San Miguel de las Misiones.

En San Miguel de las Misiones se ha instalado un Museo de las Misiones, realizado por el urbanista de Brasilia: Lucio Costa.


Misiones guaraníes


Las misiones jesuíticas guaraníes, también reducciones jesuitas guaraníes, fueron los pueblos misionales fundados por la Compañía de Jesús entre los guaraníes y pueblos afines, que tenían como fin evangelizar a los nativos de la actual provincia argentina de Misiones, el norte de Corrientes e importantes territorios actualmente en el Paraguay y sur del Brasil.

jueves, 20 de mayo de 2010

Trailer de "La misión".



La misión.




La acción se sitúa básicamente, en dos escenarios: los poblados guaraníes de las reducciones (1) de San Miguel, la más antigua; y de San Carlos, situada por encima de las cataratas. El otro escenario correspondería a la capital de la provincia colonial, Asunción (2).

La trama del filme se construye, no obstante, en torno a dos personajes. Uno es un sacerdote jesuita, el padre Gabriel (Jeremy Irons), que acude a la reducción de San Carlos para cubrir el puesto de un correligionario suyo a quien los indígenas han dado martirio, atándolo a una cruz, y lanzándolo por la catarata desde una altura superior a 70 metros. El nuevo sacerdote no tarda en granjearse la confianza de los indios, a quienes seduce al llegar tañendo una flauta y haciendo sonar suave tonadilla. Un día, en plena selva, se cruza con el segundo de los protagonistas, Rodrigo Mendoza (Robert de Niro), que ha dado caza a un indígena. El padre Gabriel no da crédito a lo que ve, y Mendoza recela, por su parte, de la obra misional de un eclesiástico que, a primera vista, se le antoja un obstáculo al tráfico de esclavos que él defiende, y practica con tenacidad. Sin embargo, su vida dará un giro repentino Cuando se entera de que su amada está enamorada de su hermano, habla con él, y éste le confiesa abiertamente el amor mutuo que ambos se profesan. Mendoza se bate en duelo con éste, y lo mata. Dominado inmediatamente, por un profundo sentimiento de culpa, se recluye en un convento, pero el padre Gabriel le propone una forma de redención: integrarse en la reducción que él dirige. Y aunque en un primer momento, Rodrigo se niega, no tardará en aceptar la propuesta. Durante su escarpada ascensión a la reducción, arrastra consigo una pesada carga, de la que le libera uno de los indígenas al coronar la cumbre. Mendoza acabará acogiéndose a la orden jesuita.

Con el tiempo, la reducción de San Carlos se consolida y crece hasta el punto de igualarse a otras reducciones de cierta consideración, como la de San Miguel.

Por su parte, el Cardenal Altamirano es enviado a esas tierras por el Vaticano para supervisar el Tratado de Límites entre los dos reinos peninsulares. Los jesuitas se oponen a la cesión de los territorios que ocupan, dado que de consumarse ésta, los indígenas pasarían a ser esclavos en el acto (en Portugal y en sus posesiones la esclavitud aún no ha sido abolida).

El Marqués de Pombal, primer ministro portugués, es el mayor defensor del Tratado, y no duda en obtener su aprobación bajo cualquier precio, a fin de incrementar el tráfico de esclavos.

Aunque el Cardenal Altamirano admira las cotas de prosperidad que han alcanzado las reducciones de la región fronteriza del río Paraná que él mismo ha visitado, acaba cediendo a las presiones políticas de España y Portugal. De nada servirán el contraataque del padre Rodrigo, acompañado de sus seguidores, en defensa de la reducción, que es asaltada por las tropas hispano-portuguesas, ni el martirio que sufre el padre Gabriel, en plena misa, mientras le acompaña durante la comunión una comitiva de feligreses.

Finalmente, la masacre precede al destierro al que son condenados los supervivientes, aun en contra de su voluntad.